martes, 8 de febrero de 2011

Un poeta "de regreso"







Extraído del libro “Aquellas semillas rojas” docentes y alumnos del Instituto Santa María, Mercedes (B), Jóvenes y Memoria 2009.





Oscar Dinova nació en Mercedes, donde vivió toda su infancia junto a su familia, compuesta por su padre, su madre y su hermano mayor. Fue al Colegio San Patricio durante casi toda su etapa escolar, del que guarda un hermoso recuerdo.

“Mi infancia fue fenomenal, tengo los mejores recuerdos de la vida en el barrio, andar en bici, jugar toda la tarde a la pelota, absolutamente normal, común y feliz. Mi amigo de la infancia, carne y uña, fue Javier Casaretto, nos criamos y estudiamos toda la primaria y secundaria juntos; y éramos hinchas del mismo club: Independiente. El destino quiso que, en un momento, yo tuviera que escaparme hacia Francia. El no tuvo la misma suerte y fue capturado por la dictadura militar, secuestrado y desaparecido. Tuvo la suerte de sobrevivir. Nos volvimos a reunir cuando él salió y tiempo después yo volví; y seguimos siendo amigos. Él me marcó mucho”.

Cuando Oscar terminó la secundaria se fue a La Plata a estudiar psicología.

“Estando en la universidad me di cuenta que, en realidad, no me gustaba mucho. Me sentía muy incómodo porque había un ambiente muy político, grandes discusiones que eran muy comunes en la década del 70, pero a mí me parecían enormes pérdidas de tiempo porque yo quería estudiar. Y en psicología era fatal, no había una clase que pudiera terminar porque, apenas empezaba la clase, aparecía alguna agrupación política.
Llegó un momento en que dije: “Esto no es para mí porque yo vine a estudiar”. Entonces me pasé a la secundaria, o sea que hice al revés. No a la secundaria común; me fui a estudiar un oficio para poder trabajar y mantenerme. Lo que pasa es que, en ese momento, era muy joven y no entendía unas cuantas cosas, me parecía que no se iba a ningún lado. Al mismo tiempo, me interesaban mucho los debates políticos, pero no dentro de la universidad. Eso me confundía mucho y entonces decidí salir.
Empecé a estudiar tornería cuando comenzaron a formarse comisiones estudiantiles en pos de obtener el boleto secundario. Yo fui elegido delgado de mi curso; un curso chiquito, muy humilde. La cosa fue tomando un volumen importante, al punto tal que se hicieron manifestaciones callejeras de todos los colegios secundarios de La Plata, se hacían asambleas donde iban miles estudiantes. Finalmente se obtiene el boleto estudiantil, un boleto muy barato para que los estudiantes pudiesen viajar y estudiar; la consigna que cantábamos era “¡ESO, ESO, ESO, BOLETO DE 100 PESOS!”. Fue en el año 75. Es lo que se conoce como ‘La Noche de los Lápices’, un poco lo refleja la película; y yo estuve metido ahí.
Cuando vino el golpe militar, a partir de marzo del 76, una de las cosas que se hicieron fue perseguir a todos los delegados estudiantiles, universitarios y secundarios. Nosotros estábamos absolutamente desprevenidos, no imaginamos jamás que se iba a producir una maquinaria de muerte y persecución como esa, de ninguna manera. Yo seguí estudiando, todavía me faltaban unos meses para terminar ese curso de tornería; y fue entonces que empezamos a darnos cuenta que había compañeros que faltaban, empezamos a entender que esto no era una casualidad, tanta gente que no aparecía por ningún lado y que no volvía de ningún lado.
Con un grupito de cuatro compañeros y amigos nos fuimos a Entre Ríos, a un pequeño pueblito. Fuimos en colectivo y allí nos quedamos dos años, hasta el 78, hasta que nos dijeron que era mejor irse a otro país donde las leyes nos protegieran. Decidimos pasar a Brasil y allí hacer los trámites para pasar luego a Francia. Lo más cómico fue que, cuando llegamos a Brasil, me encontré con un montón de gente conocida que estaba en la misma situación que yo, y que había llegado allí por distintos medios, pero por el mismo motivo: la persecución política.
Estando en Entre Ríos, mi familia no sabía dónde estaba; pero les había mandado avisar que todos los meses iba a salir en un diario de tirada nacional, un agradecimiento a la Virgencita de las Mercedes; entonces ellos sabían que yo estaba vivo, pero nada más. ¿Contactos? No, de ninguna manera, ni teléfonos, nada. La única manera de sobrevivir era no tener contactos con nadie.
El viaje a Brasil fue, para mí, realmente impresionante. Éramos: un compañero, su novia y otra compañera con su bebé. Pero había un problema: todos podíamos salir a Brasil con el documento de identidad, menos el bebé; que necesitaba la autorización de los dos padres. Pero resulta que su padre era un compañero desaparecido; entonces tuve que viajar yo como marido de esta compañera y su mamá haciendo de tutora de su hija, que era menor de edad. Porque, encima, de los que salíamos del país, dos eran menores de edad. Fue una situación muy frágil, pero finalmente pasamos de noche.
Había una delegación de Naciones Unidas en Río de Janeiro, donde te recibían y tenías que dar todos tus datos personales. Veníamos casi sin documentos, por lo tanto, todo se basaba en un testimonio. Te citaban para un cierto día, te hacían preguntas y luego determinaban si ameritabas o no el refugio político y te hacían los papeles. Entre las prohibiciones que teníamos estaban: no podíamos participar en política y no podíamos trabajar. Entonces, mientras esperábamos los papeles para viajar a Europa, te daban un ‘viático’ muy modesto para poder alquilar un lugar y subsistir. Por eso nos ‘rejuntábamos’ entre varios para abaratar costos”.

De su exilio forzoso en Entre Ríos y Brasil, Oscar nos deja los siguientes
testimonios:

Toda lucha por la liberación postergada
esuncaminoinfinitodetristezasqueesperan,
combatiendo esperan,
por la victoria esperan.

A las locas de Plaza de Mayo, y a “A” de entre todas
En el preciso instante en que se termina
el abrazo que se lleva esta querida viejita,
aumenta más y más el amor que de ustedes nos llega
y que a ustedes vuelve, como sus hijos siempre.
A todas nuestras madres, de todos estos hijos.

“A” es Adelina Alaye Dematti, una de las fundadoras de Madres de Plaza de mayo de La Plata. “También es la madre de mi gran amigo de la UES Carlos Alaye, desaparecido el 5 de mayo de 1978.”

A Armenia y Narea, Funcionarias de la ACNUR en Río de Janeiro

No es sólo a las excelentes profesionales
a las que nosotros reconocemos.
Es, y fundamentalmente,
a las personas que aman su trabajo.
Por qué lo hacen
y por quiénes lo hacen.
A esa manera de sentir las cosas,
va este beso y este abrazo.

Finalmente, Oscar Dinova llegó a Francia y se estableció en París. Allí conoció a su actual esposa, Diana Manos, cuando la fue a recibir con un amigo al aeropuerto de París. Diana llegaba de Uruguay, donde también había estado unos dos años refugiada, luego de la desaparición en Buenos Aires de su primer esposo, cuando ella estaba embarazada de siete meses. En París formaron pareja, juntos criaron a Victoria, la hija de Diana, trabajaron, estudiaron e intentaron llevar lo mejor posible su vida como refugiados. También tuvieron a Nicolás, su primer hijo en común. Un día, Oscar escribió:

“D” de Diana

Desde aquella palabra, mañana,
que apareció quebrada un día,
así como se pierden de repente los futuros
y las claras ideas sólo son utopías,
y a manos vacías pocos senderos quedan
a medio seguirlos,
a medio construirlos.
Y qué más, es bastante para seguir
y/o volver a empezar.
No hay, ya no existen más
los discursos grandilocuentes, pomposos,
los ridículos, esos tontos homenajes
que mienten sobre todos,
también sobre tu nombre.
Solo queda un corazón impuro que palpita,
que se aferra a la vida,
se revuelve y se agita
y sin más vueltas sigue.
Lo que es decir,
se pone por detrás
de la libertad tan largamente anhelada,
aunque ahora las manos
ya no estén seguras
y las miradas no sean cristalinas,
ni puras.




“Cuando llegás al exilio, ya tenés la sensación de que te estás preparando para volver. Nosotros no teníamos ni idea que existía esto del exilio. En Francia, nuestro mayor logro fue hacer amigos, aceptar su afecto y, a la vez, ser sensible con los problemas de ellos, porque la primera sensación es que ningún problema vale como los nuestros. Y eso es muy injusto; vos decís ´¿Qué puede ser comparable a la dictadura militar en la Argentina?´ Nada... Nada era comparable.
Pero, de a poco, fuimos encontrando gestos de solidaridad y de amistad; gente maravillosa, que te quería como eras, con tus locuras y tus días malos porque, por ahí, te enterabas de cosas horribles que pasaban en la Argentina. Nos aguantaban. Después teníamos la casa llena de gente; muchos de nuestros amigos franceses se habían puesto a leer sobre América Latina y Argentina para poder entender mejor y hablar de lo que nos pasaba. Un gran amigo mío, que había dejado de estudiar, volvió a la Universidad para estar más tiempo con nosotros. Se anotaba en las materias conmigo y estábamos todo el tiempo juntos. Juntos, también, terminamos la carrera de Historia. A mi me pareció un gesto de ¡tanto afecto! Uno de los regalos más lindos que me ha hecho la vida”.
Los siguientes poemas fueron escritos por Oscar Dinova en su exilio en París.

“El Tiempo Necesario” (A Julio)

Si contara las horas
que faltan para verte
amigo mío,
tal vez en lugar de encontrar
un tiempo difuso o preciso,
vería
tu jopo, en cierto modo canchero,
sentarse a la mesa,
escuchar las quejas
y que te apañe la abuela.
Con justa razón decían
que no se puede luchar
sin saber primero
(Pero luchabas)
Si yo decidiera dejar algo
escrito sobre tu vida,
imperiosamente diría
tu opinión sobre las compañeras
e incluir, claro,
alguno de tus percances
siempre voluntarios y audaces.
Cuánto más cerca estabas de la fábula
que de la historia cierta
(Si te habrás echado fama)
Y cuán lejos de ser
un militante perfecto.
Podría por ejemplo, decir
en cuántas reuniones
se mencionaron tus falencias.
mejor será usar
ese tiempo
en equilibrar mis lágrimas (frescas y recientes)
con mi orgullo (un poco más viejo)
Mi rabia y mi alegría.
Es que quiero conseguir
una especie de barro
arcilloso y dulzón
para modelar tu historia...
Y que las primeras lluvias
deshagan lentamente la figura
y empape es a mezcla
el corazón de la tierra.
Que estremezca su entraña
y se sacuda, y que pierda la calma.
Reclame tu vida,
exija tu insolencia y tu sonrisa...
...Y encontrarás después
(Por toda respuesta)
a los pájaros libres del mañana
recoger – del suelo aún herido –
el alimento
que lleve tu nombre, cálido y sangrante.
Verte emprender vuelo después
convertido en fuerza de sus alas,
nuestras miradas, perdiéndose
tras sus siluetas,
silenciosas y amadas.

“Dedicado a Julio Alberto Álvarez, desaparecido el 28 de junio de 1978, estudiante de periodismo y jugador de rugby: Lo conocimos popularmente como ‘Bache’, pintón, grandilocuente y ampuloso. Un enamorado de las compañeras y un fachero simpático. Muy solidario y gran compañero. Lo conocí en la UES durante las luchas por el boleto estudiantil. Se la jugó durante el mundial con actividades de propaganda denunciando a la dictadura y ahí lo agarraron. Su recuerdo es muy doloroso pues era uno de los compañeros de los cuales yo conocía sus datos, dirección y familia. Le escribí una carta desde Brasil pidiéndole por favor que saliera del país. La carta llegó unos días después de su secuestro. Era hijo único”.




“Soledad”

Hoy venís,
mañana vendrás,
pasado mañana también,
a las ocho como siempre
te espero con un café...
La semana que viene, aún
seguirás viniendo.
Tu cuerpo recortando el espacio,
mis huesos y mi cansancio.
No,
no es tiempo todavía.
Aún seguirás llegando...
Pero un día,
de uno de los que esperan,
un día futuro
aún no muy preciso,
pasaré las ocho en desamparo.
Un día futuro
– el café quedará caliente sobre la mesa –
Mis huesos ocuparán todo el espacio
y el cansancio todos mis huesos.
Por supuesto,
la puerta
la casa
y los viejos latidos,
perderán todo su sentido.
Por varios días
estaré más en un avión
que dentro mío...
Y después,
después es mucho construir...
Y ya no quiero hacerlo.

“Soledad” fue escrito en ocasión del triunfo sandinista de 1979 en Nicaragua. Se concretó una fiesta popular en la Bastilla. Yo fui a visitar a un amigo que vivía cerca de ahí. Tomamos un café y me contó que su compañera se embarcaba para Nicaragua. En 1989 descubrimos azorados que ella estaba entre los muertos del intento de copamiento del ERP al regimiento de La Tablada”.

“Identidad y Derecho”

Lo veo ahí, sentado,
tamborileando los dedos sobre la mesa,
y yo acá, de este lado...
Y me pregunto quién es,
sí, quién es
para negar la derrota.
Quién para amontonar
la sangre derramada
en un documento
que con la mayor delicadeza
evalúo
de incorrecto en lo político
y de insolente en el respeto
a todo lo perdido.
Quién
para ponerle su nombre
a la resistencia del pueblo,
para ocultar la verdad, innegable.
Quién para proclamar su victoria,
Sí,
me pregunto quién es
y por qué
nos destroza el alma.

“Identidad y Derecho´ lo escribí en 1979 – dice Oscar – cuando la cúpula de Montoneros (Perdía, Vaca Narvaja, Yaguer) empezó con la ronda de charlas para invitar a los militantes a volver para la ‘contraofensiva’ en la Argentina.”

“Por la sonrisa de Néstor”

Supo habitar en mi corazón ligeramente,
con sus manos desacostumbradas
de odio y de almidón
penetrando mis huesos y mi hogar
su magia tan especial,
la de estrechar palabras
con sentido y sin sentido,
hasta provocar
la sonrisa tierna y aguda,
Sonrisa sin remedio,
sonrisa que alivió
nuestro miedo y nuestra prisa.
Mago sin varita y sin galera,
con magia de pueblo
que quiere vivir
por difícil que sea,
Con vos, obrero dulce y soñador
compartimos
el trabajo y el color.
El trabajo lo aguantamos
y el color fue nuestro hermano,
Un hermano solidario y juguetón
que se escondió
(Cuántas veces)
en tus verdes ojos cómplices,
en el vaso de vino blanco
y en la tortilla del mediodía.
En la extraña escala de valores
que es la vida,
hay días que me duele más
el peligro que corre tu alegría,
que el propio socialismo que defiendo.
Quizá porque en el fondo
... sean lo mismo,
Sólo que el socialismo, aún
está en nuestras cabezas.
Y vos, en cambio
a manos de ellos,
indefenso,
sano,
desnudo
O sea, a punto de empuñar
la frustración y la amargura
y pelear
por lo que es tuyo,
con los riesgos a la vista,
que es morir
O que fusilen, de adultez,
día tras día,
ese duende
hermoso y tierno
que habita entre tus dientes
y tu alma.

 “En Entre Ríos, con otra identidad, yo trabajé muchos meses en una herrería. Néstor era un compañero de trabajo, un gran amigo que me abrió su casa y su corazón. Y también un gran compinche, que presentía nuestra desgracia y no se quejó ni un cachito cuando me fui al exterior. Nunca lo volví a ver.”

“Finalmente” (A Carlos Alaye)

Recordamos al instante,
cuando tus manos
flacas y vacilantes
aprendían que los surcos de la vida,
se abren con el sudor
de juventudes que cambian.
Estables ambigüedades, apetencias personales
y rutinarias calmas,
por raíces que dificultosamente se plantan,
y que más difícil es aún
verlas árboles un día.
Y así en este potrero,
zanjeado y  con altibajos,
tus manos se endurecieron,
(Pero jamás engordaron)
Se apropiaron del arado 
y remontaron , día a día
la esterilidad cotidiana,
dándole la riqueza
de la tierra fértil del mañana.
Y más fuertes se hicieron todavía,
desde el tímido verano
que fueron cuatro las manos,
y aunque vos ya lo sepas,
esa suerte de comunión, permanente de existencias
en esta lejana ausencia
se despierta cada mañana,
enlazada y expectante.
Presencié los aconteceres
que se fueron sucediendo,
de madres heridas y orgullosas,
de plazas que reclamaron,
y es tan magra mi actuación,
tan escasa mi herramienta
que sólo puedo decirte
transmitirte esta alegría.
Finalmente sembrador,
tu semilla se ha hecho flor,
y tiene un año de vida.

Finalizada la dictadura en la Argentina, Oscar y Diana decidieron volver. Lo hicieron en 1985, luego de “juntar unos pesos para venir, al menos, con una base”. Oscar recuerda con dolor ese segundo exilio que significó dejar Francia:

“Los que habíamos hecho amigos, una vez más los sacrificamos. Pero, cuando vuelve la democracia en el 83, no dudamos ni un momento que teníamos que volver. Era como pagar una deuda, en el exilio siempre te sentís culpable por haberte salvado; cuando hay compañeros que están presos, muertos o desaparecidos. Por otra parte, queríamos sentirnos útiles, considerábamos que podíamos aportar algo al país desde nuestra experiencia.
Irse... Fue terrible, yo creo que es algo que no quisiera volver a pasar. El dolor... La tristeza de dejar a toda esa gente que nos había acompañado durante siete años... Fue tremendo. Hay cosas de las que no me repuse más, porque nos habíamos hecho muy amigos, habíamos compartido cosas muy importantes. Eran mi familia en Francia y dejarlos... Fue tremendo.
También fue muy duro acá; lo primero que me dijo mi viejo fue: “¡Vos estás loco! ¿A qué viniste?” El papá de Diana... lo mismo, mi hermano... Todos. Nos sentíamos más refugiados acá que en Francia. Nosotros teníamos una convicción: no queríamos que nuestros hijos se criaran lejos de su familia. Lo duro fue que los demás no lo entendían.
Pasó algún tiempo... Pasaron los años y los miedos se empezaron a ir. Los milicos se empezaron a hacer viejos. La democracia empezó a durar, contra todo pronóstico... ¿De qué estoy arrepentido? De haber tardado tanto en darme cuenta cuál era la situación en ese momento. Hubiéramos podido salvar a mucha gente... Algo... Algo hubiéramos podido salvar. Me arrepiento de haber entendido tan poco la importancia de la democracia, de la lucha cívica, no violenta. En su momento no lo entendí... Creo que muchos no lo entendieron. Hubiera deseado transmitirle a los compañeros que conocí de la secundaria – y que se salvaron muy poquitos – que teníamos que hacer otro tipo de cosas, cuidarnos más. Siempre me pareció muy loco eso de que no importara la vida de las personas. Esto lo digo también para la gente de la izquierda; parecía que no importaba si moría uno, diez, mil. ¿Cuántos argentinos podrían haber estado hoy y haber hecho tantas cosas útiles? Eso me critico... No haber entendido la importancia de la vida de cada persona, protegerla, cuidarla. Luchar... Sí, pero con métodos cívicos, democráticos; aunque el camino sea más largo”.

Preparando la vuelta al país luego de siete años de exilio, Oscar escribía su poema:

“De Regreso”

De Regreso
Las fronteras se esfuman,
los cielos se dislocan,
los olores se reencuentran,
de regreso.
La cabeza estalla en mil pedazos,
mientras sombras chinas,
dibujan los contornos de un pasado silencioso
y fugaz,
en medio de paisajes y de lenguas extrañas.
Todo es místico
y se vuelve a creer,
con un fondo de temor
y de dudas,
al fin y al cabo
nadie se ofrece garante
de ilusiones cobijadas en el exilio.
De regreso los dueños se chocan
en sentido contrario,
pues siempre hay quién se prepara a partir.
El alma está confusa, de regreso,
pues no tiene dueño, ni lugar.
Su horizonte abraza un vago anhelo
de felicidad.
Las palabras se quedan prisioneras,
los ojos comienzan a olvidar,
los amigos estarán lejos, nuevamente
y otra vez, volver a empezar.
De regreso
no ha y un mejor día,
ni una frágil esperanza más inmensa,
todo gira en nuestras pobres cabezas
y ya está.
Mañana caminás anónimo en la multitud,
uno más entre millones,
igual vos,
todo vos,
menos la parte tu ya,
que no pudo regresar.

París, 1985



No hay comentarios:

Publicar un comentario