Extraído del libro "Aquellas semillas rojas, docentes y alumnos del Instituto Santa María, Mercedes (B), Jóvenes y Memoria 2009
Mauricio Capaccio fue un reconocido folklorista, arreglador musical y cantautor mercedino. Nació en Mercedes el 14 de agosto de 1954 y se crió en el barrio de la 27, 50 y 52. Hijo de madre soltera, su hogar fue la calle; eso hizo de Mauricio un hombre bohemio, sensible y buen amigo. Su primer esposa, Silvia Taramasco, dice que Mauricio “hacía un culto de la amistad, se entregaba a sus amigos, eran su como familia”.
En los años ’60 y ’70 funcionó en Mercedes el Centro Tradicionalista, un espacio de expresión cultural para los folkloristas locales, pero también un ámbito donde se expresaban las ideas nacionales y populares. Proliferaban en la zona las peñas folklóricas; muchas de ellas a beneficio, y también se realizaba en Mercedes el Festival dela Canción , donde Mauricio participaba junto a varios músicos amigos. Este estilo musical, sabido es, tenía gran difusión entre quienes se oponían a la música extranjera y a la colonización cultural, pero se dividían entre quienes defendían sólo la tradición y los que se comprometían en sus letras con temáticas políticas y sociales.
Este último grupo dio origen a las canciones de protesta. Se sabe de la presencia en Mercedes de Víctor Heredia y Armando Tejada Gómez, entre otros, en épocas en que integraron las listas negras de artistas prohibidos por la dictadura. Mauricio, quien se vinculó con ellos, escribía canciones como las que siguen:
En los años ’60 y ’70 funcionó en Mercedes el Centro Tradicionalista, un espacio de expresión cultural para los folkloristas locales, pero también un ámbito donde se expresaban las ideas nacionales y populares. Proliferaban en la zona las peñas folklóricas; muchas de ellas a beneficio, y también se realizaba en Mercedes el Festival de
Este último grupo dio origen a las canciones de protesta. Se sabe de la presencia en Mercedes de Víctor Heredia y Armando Tejada Gómez, entre otros, en épocas en que integraron las listas negras de artistas prohibidos por la dictadura. Mauricio, quien se vinculó con ellos, escribía canciones como las que siguen:
“Octavo canto”
Yo vengo amor, de pisar en todas las arenas,
vengo del bien y del mal
y yo, soldado de la huella, harapiento y tozudo
tomé la guitarra de los pueblos en que pasaba
para cantar las cosas de mi gente.
Detrás de esas canciones milagreras,
vertiginoso es el camino que me trajo a Buenos Aires,
quedaba un pasado de luchas y de amores,
un estar en la Patria , que aún me duele,
y un partir hacia el sur del exilio
que hoy me llora en los ojos
“Poemas de la prisión”
Ha despertado la primavera,
el sol de octubre desciende
florando los árboles de la casa,
el poeta de abril parte en busca de soledades,
las madres bizarras abren sus ventanas
para alumbrar los rincones santificados,
los sacerdotes y los penitentes acuden
a los salmos en los patios linderos
de las catedrales,
los prisioneros somos liberados
por nuestro pensamiento...
Libre entonces pienso en Stella... Mi hermana,
ella es el sol, el aroma, el silencio,
la sangre conquistada, ella es la madre...
Y ten piedad de nosotros.
En esta letra Mauricio menciona a su amiga Stella Maris Bojorge, joven militante mercedina secuestrada de su domicilio en la ciudad, recluida en el centro clandestino de detención “La Cacha ”, desaparecida y asesinada durante la última dictadura militar. Sus restos fueron recuperados por su familia en 2008. Fueron hallados en una fosa común en el cementerio de La Plata.
“A Ernesto Cárdenas”
Señor, no me puedes culpar
por haber amado a mi patria hasta quedarme sin ella.
Ellos, se reúnen en tu casa, señor,
a lavar sus mentiras a las que vuelven todos los días,
y aceitan sus fusiles,
y cenan en sus castillos mal habidos
brindando por el mal.
En tanto
tus desposeídos desfilan por oscuros suburbios
llevando con ellos y en sus corazones
niños desvalidos, chagásicos, diarreicos
y además, todos los ángeles alucinados
que han partido de tus templos
donde se cocina la complicidad.
Señor, líbrame de esta noche eterna
y de su luna endiablada
que alumbra esta senda de alucinación
donde yo muero de soledad todos los días.
Poco es lo que te pido,
soy tu escriba y bien sabes que no me quejo
cuando en las noches frías
desciende la poesía hasta mi desesperación
y yo te escribo plegarias de esperarte
en esta tierra que no es mía.
Señor, estoy cansado de no encontrarte,
por eso te invento plegarias nuevas.
Señor, tengo treinta y tres de mano, cuatro hijos, un amigo muerto
y una flor silvestre que aromó mi marcha
por los pasillos amarillos.
Señor, un poco de paz es lo que te pido.
“Tarde” (A Lucho Goicochea In memorian)
Las noches tienen de Dios
costumbres milenarias.
La lluvia que inspira a los poetas
sucede por la tarde.
El miedo a la “Solapa” cuando niños,
los primeros besos adolescentes,
tu llegada a mi vida,
tu partida, todo sucedió en las tardes.
Ahora evoco a nuestros combatientes
que andaban por los años setenta
en los barrios marginales,
cambiandolarevoluciónporunmate,
atardecido.
Silvia cuenta que su casamiento con Mauricio lo festejó con un asado en el local del Centro Tradicionalista. De ese primer matrimonio nacieron sus hijos: Pablo, Elena y Evangelina. De su segundo matrimonio con “Coca” Sánchez, nacieron Lucía y Josefina. Silvia no define una participación política de Mauricio en ningún partido en especial, pero cuenta que era muy amigo y seguidor del varias veces intendente justicialista Julio César Gioscio. Se animaba a decirle al viejo caudillo cosas que nadie más le hubiese dicho: “Julio, vos estás rodeado de un montón de ineptos”.
Finalmente, Mauricio “detuvo el tiempo una mañana”. Falleció el 10 de abril de 1995, como dice el diario El Oeste “en forma imprevista”. Tenía apenas cuarenta años y tantos amigos que su velatorio fue multitudinario. “Había desde gente muy humilde hasta jueces – dice Silvia – y Gioscio lloraba ‘a mares’, como si fuera su hijo, lo quería mucho”. Antes de irse, como para dejarnos en legado un poema más, escribió:
Esta canción será para mi vida,
vida de andar solitario en la huella.
De no poder llorar llevo una carga
de despedidas, rezos y partidas.
Soy caminante
y junto a mi guitarra
evoco el canto dulce de mi madre,
su voz me da la luz,
me da alegría
Y en su regazo dejo mi poesía.
Debo cantar
antes de andar buscando nuevos cielos,
Debo cantar, por siempre cantar
fue mi destino.
Amar tanto a la Patria ,
años de muerte,
sombra y desarraigo.
Vuelvo a la copla sencilla y primera
en donde el canto lave mis heridas,
yo sé que han de llegar los nuevos tiempos
y junto a mis hijos celebrar mis días,
yo detendré el tiempo una mañana
junto a mi gente,
Hermoso recuerdo de Mauricio, nuestro trovador más audaz de Mercedes. Gracias por recuperarlo en la memoria de quienes todavía lo extrañamos y podemos reencontrarnos con él en estos escritos.
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