miércoles, 9 de febrero de 2011

La Masacre de los palotinos



Extraído del libro “Aquellas semillas rojas”, docentes y alumnos del Instituto Santa María, Mercedes (B), Jóvenes y Memoria 2009.

El 4 de julio de 1976, un grupo de tareas ingresó a la casa parroquial contigua a la iglesia de San Patricio en el barrio de Belgrano, ciudad de Buenos Aires. Allí se encontraban tres sacerdotes y dos seminaristas, que serían asesinados a balazos y encontrados muertos al día siguiente. Al conocerse la noticia en Mercedes, el 6 de julio de 1976 el diario El Oeste publicaba un comunicado municipal:

“Ante el vandálico atentado que costara la vida a los padres Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Dufau, la Municipalidad cumple con el doloroso deber de expresar su sincero pesar por la desaparición física de los sacerdotes mencionados, como así también manifestar su enérgico repudio a hechos de esta naturaleza que nada contribuyen al espíritu de paz y unión a que aspira el pueblo argentino y que demuestra, inequívocamente, la finalidad perseguida por sus autores”.

Los curas asesinados eran Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo Kelly. El padre Leaden había sido ordenado sacerdote en San Miguel en 1942, desde entonces pasó por diferentes destinos como Mercedes, Rawson, Castelar y Belgrano. Según consta en el expediente judicial, en este último destino encontraría su muerte de nueve balazos en el tórax y en la cabeza. Junto a él mataron a Pedro Dufau, quien fuera alumno pupilo en el Colegio San Patricio de Mercedes, y ordenado sacerdote en esta ciudad en el año 1935. “Alfie” Kelly era oriundo de la ciudad de Suipacha, donde nació el 5 de mayo de 1933. Los seminaristas eran Salvador Barbeito Doval y Emilio Barletti.

Según una publicación del semanario local Protagonistas, la revista Cruz del Sur, perteneciente a la colectividad irlandesa afirmaba que, desde el siglo XIX, Mercedes era considerada como “la capital de Irlanda en la Argentina” (J.M.M., S/F). Y debe ser así, porque en un artículo publicado en la revista Todo es Historia, Andrew Graham-Yooll habla de la importancia de la inmigración irlandesa en la zona. Allí dice:

“[...] Avanzando por la ruta 8 en la provincia de Buenos Aires aparecen los nombres de Doy-le, Duggan, Gahan, y Diego Gaynor en señales que apuntan a desvíos hacia pequeñas poblaciones. Hay un pueblo llamado Gowland saliendo de la ruta 7 y más afuera aparece uno de nombre Drabble y otro que se llama Heavy. Son los nombres que pertenecen a inmigrantes, irlandeses [...], que en el siglo diecinueve recorrieron el largo camino desde [...] Irlanda [...] hasta el sacrificio [...] que representaba reconstruir sus vidas y echar raíces en un nuevo país. [...] Los cementerios en Suipacha y en Mercedes, en Areco y en Giles, revelan la presencia de familias irlandesas [...] en la zona. La aparición de cruces celtas (una cruz enmarcada en un círculo) en Mercedes dan testimonio de un arraigo en el recuerdo del país perdido y de la instalación en el terruño adquirido. La iglesia de San Patricio, figura principal en la historia y la religión irlandesas, en Mercedes, construida en imitación del estilo gótico del siglo XIX e inaugurada en 1931 (con sus 72 metros de altura y un órgano alemán de cinco mil tubos y más de 70 registros) es testigo espectacular de la presencia colonizadora. [...]”

El artículo finaliza diciendo:

“[...] Para cerrar este punto sobre los irlandeses vale la pena (la frase no podía ser más justa) regresar al lugar donde comenzó este relato, a Mercedes. En el cementerio de los irlandeses yacen los restos de los curas palotinos asesinados por la última dictadura militar el 4 de julio de 1976. Son lápidas simples que evocan el sacrificio de los muertos, y a través de ellos toda la epopeya del afán de libertad de los irlandeses en la Argentina [...]”.




Al principio todo era confusión. Un comunicado del Comando de Zona 1 del Ejército intentó inmediatamente manipular la información responsabilizando del hecho a delincuentes subversivos, y decía:

“El vandálico hecho fue cometido en dependencias de la iglesia de San Patricio, lo cual demuestra que sus autores, además de no tener Patria, tampoco tienen Dios.”

Pero una tenebrosa inscripción dejada por los asesinos en una de las puertas del interior de la casa decía algo distinto:

“Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son del M.S.T.M”.

La inscripción acusaba a los curas y seminaristas de Belgrano de pertenecer al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, lo cual echaba por tierra la versión de los delincuentes subversivos.
Por su parte, el padre Roberto Favre pronunció un valiente sermón ante unos tres mil fieles y altas autoridades militares en la misa por los cinco religiosos asesinados, allí dijo:

“No puede haber voces discordantes en la reprobación de estos hechos. Hay que rogar a Dios no sólo por los muertos, sino también por las innumerables desapariciones que se conocen día a día. En este momento debemos reclamar a todos aquellos que tienen alguna responsabilidad que realicen todos los esfuerzos posibles para que se retorne al Estado de Derecho que requiere todo pueblo civilizado”.

“Era mucho pedir – afirma Leonardo Torresi en su artículo de la revista Viva publicado en 2006, a treinta años del golpe militar y con motivo del inminente estreno de la película 4 de julio, de Pablo Young y Pablo Zubizarreta – La dictadura militar llevaba poco más de tres meses en el poder y en la iglesia de Belgrano acababa de demostrar que no tenía límites a la hora de matar”.

La verdad de los hechos es la siguiente: En la madrugada del 4 de julio de 1976 un grupo de hombres armados llegaron hasta la casa parroquial en dos autos, el hijo de un militar se presentó en la comisaría y realizó la denuncia.
Al llegar al lugar un patrullero, los policías hablaron con los ocupantes de los autos sospechosos, quienes luego se acercaron a otro policía que custodiaba la casa del militar y le dijeron: “Si escuchás unos cuetazos no salgas porque vamos a reventar la casa de unos zurdos”. Finalmente entraron y reunieron a los tres curas y a los dos seminaristas en una sala que se utilizaba para mirar televisión. Allí los hicieron arrodillar y los acribillaron – según las pericias policiales – disparándoles al menos 73 balazos. 
Sobre el cuerpo del seminarista Salvador Barbeito, los asesinos habían colocado un póster que descolgaron de la pared de una de las habitaciones de la casa. Tenía un dibujo de Quino, en el que Mafalda, señalando el bastón de un policía, dice: “Este es el palito de abollar ideologías”. Otra inscripción dejada como mensaje siniestro por parte de los asesinos era: “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal. Viva la Patria. Venceremos.”


En Mercedes (B), una publicación de Familiares y Amigos de Detenidos, Desaparecidos y Asesinados por la Dictadura, con motivo del veinte aniversario del golpe, recuerda de la siguiente manera al padre Kelly:


Los domingos por la mañana, los ocho miembros de la familia [Kelly], acomodados en el Ford T, se dirigían con sus mejores galas a las parroquias palotinas de Suipacha y Mercedes. Este último destino provocaba en los más chicos una especial alegría, podrían jugar antes del tradicional pic-nic familiar en los alrededores de la estación del ferrocarril San Martín [...].
La visita a las iglesias y el trato con los curas [...] ayudaron a gestar en Alfie la decisión de entrar a la casa de formación palotina en Rawson. Los años transcurrieron en el Colegio Máximo de San Miguel, donde la formación jesuítica dejaría su marca en él [...]. Luego vendría Roma, donde completaría sus estudios y, finalmente, en presencia de su numerosa familia, la [...] ordenación sacerdotal en Mercedes, en 1957.
La residencia del sacerdote de 24 años sería la mercedina San Patricio. Son los tiempos de VIPOAL (Vivir por Algo), un grupo de formación juvenil fundado por Kelly, en el que podría desarrollar su facilidad para entrar en contacto con la juventud, con el pueblo. [...]
Tanto el sacerdote palotino Peter Davern, [...] como Isabel Mac Dermott, religiosa a cargo del colegio Sisters of Mercy de Areco, donde Kelly asistía como capellán, lo recuerdan por su espiritualidad intensa y su solidaridad, de la que también estaba al tanto el obispo de la diócesis de San Nicolás, Carlos Ponce de León, muerto en extrañas circunstancias en 1977, con quien mantuvo una afectuosa relación [...]”.

En el año 2005 los alumnos y docentes de la Escuela Media N° 1 de Mercedes reconstruyeron parte de la historia del padre Kelly en una investigación realizada para el Proyecto Jóvenes y Memoria. Para exponer sus conclusiones realizaron una revista y le pusieron un nombre: VIPOAL. Allí aparece el testimonio de Juan Ángel Dieuzeide, quien dice:

“Conocía a Alfie a raíz de un grupo de jóvenes que se reunían con él. El grupo se llamaba VIPOAL (Vivir por Algo) y habían tomado la iniciativa de reunirse y de pedirles a los padres palotinos que algunos de ellos los acompañaran. Alfie respondió a ese pedido con [...] su amor por la juventud. Más adelante, el grupo necesitaba otro cura que acompañara a los que recién se iniciaban. Me pidieron a mí, y yo acepté. De ese modo empezamos a trabajar juntos [...], a conocernos y hacernos amigos.
[...] Me permito transcribir una página de mi libro ‘Recuerdos y Esperanzas, la historia que yo viví’. [...] Capítulo 38, (yo había sido encarcelado por la dictadura militar iniciada el 24 de marzo de 1976 y nos habían trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Sierra Chica). Mi hermano Carlos [...] me suscribió al diario La Nación. No hacía todavía una semana que nos habían trasladado cuando, el lunes 5 de julio, aparece la noticia del asesinato de los padres palotinos de San Patricio de Belgrano; el muchacho de la guitarra, al ver que ninguno aparecía para la misa del domingo, había forzado la cerradura de la casa parroquial y había encontrado los cadáveres acribillados de los tres curas y los dos seminaristas.
Leí la noticia una y otra vez: ¡No lo podía creer! Entre los muertos estaba Alfie Kelly, mi entrañable amigo, con quien habíamos compartido muchas horas de trabajo esperanzado en pastoral juvenil. Alfie también había ido a verme. Su recomendación al despedirse fue: “¡Y cuando salgas en libertad, cuidate Juan! No sea cosa que un día amanezcas en una zanja.”
Nuestra amistad estaba hecha de un afecto grande y sincero; pero también de ideales comunes, sobre todo en lo que se refería a nuestro compromiso con los jóvenes. [...]
En Sierra Chica no nos vendían estampillas postales. Me quedaba una sola. La utilicé para escribirle a ‘Granny’ Kelly (madre del padre Kelly). Meses más tarde me enteré que aquella irlandesa de fierro, cuando supo de la muerte trágica de si hijo, respondió: “Prefiero ser la madre de uno de los que murieron y no la madre de uno de los que han matado.”

La formación con los jesuitas, su cercanía a los jóvenes, la época revolucionaria en la que le tocó vivir y su preocupación por los más necesitados son algunas de las causas que llevaron a ciertos feligreses de la parroquia de Belgrano a acusar a Alfie Kelly de comunista. Los siguientes escritos son un testimonio de su pensamiento y de las persecuciones que sufrió en sus últimos días:

“Dirijámonos en lo posible a la juventud popular, a los que no concurren a los colegios, los obreros, puesto que hasta el momento, el grueso del trabajo juvenil se hace con los que tienen más”.

“Parece que siguen las quejas sobre mí en el barrio, algunos me cuentan que la gente, acostumbrada al padre Dufau, está dejando de venir cuando soy yo el que celebra, que mis sermones son muy políticos. [...] Se ve que a los conservadores mis sermones les siguen pareciendo un poco fuertes, sobre todo los que tienen que ver con la injusticia social. Desde adentro también acusan que soy demasiado blando con los seminaristas, que son ingobernables y nacionalistas por mi culpa. Lo de la tapa de Perón en la revista Encuentro, la discrepancia entre Emilio y Salvador, que transforma una publicación palotina en una revista de barricada. Me dijo Jorge que hubo amenazas por teléfono”.

“Alfie: Tere, [Hermana Teresita, de la Casa de las hermanas de San Pedro Claver] sé por gente del colegio, que están juntando firmas para echarnos, me acusan de comunista, supongo que ya lo sabés.
Teresita: Sí
Alfie: –¿Conocés a la gente que está detrás de esto?
Teresita: Sí
Alfil: Yo también. ¿Sabés que me amenazaron por teléfono?
Teresita: Sí
Alfil: ¿Pensás que puede pasar algo?
Teresita: Sabés cómo actúan, primero matan y después preguntan quién eres. Vete
Alfie, es lo mejor, salí de Belgrano.
Alfil: Vamos a ver, estoy rezando para tener mayor claridad.
Teresita: Rezaremos por ti Alfie, pero ¡vete !”

Uno de los seminaristas asesinados, Salvador Barbeito, escribía el siguiente poema unos meses antes de su muerte:

Un pueblo que sabe del dolor
está lleno de Navidad,
cuando un chico nace
en el abandono de un rancho,
o en la miseria del desnudo
sin pañales,
o cuando crece raquítico
lejos de las ciudades,
cuando vive en el anonimato
de nunca poder llegar
a ser ‘alguien’,
es porque el pueblo está lleno
de navidad.

Navidad de 1975

Continuando con los escritos del padre Kelly, transcriptos por Gabriel Seisdedos en su libro:

“El domingo pasado insistimos sobre los aspectos negativos de nuestro tiempo [...]. Asimismo [...] hay muchas cosas buenas que ocurren hoy [...]; hemos vuelto a encontrar valores muy sólidos en gente muy sencilla y pobre: su hospitalidad, solidaridad que los lleva a entregar lo que no les alcanza para ellos... Obreros que se juegan su futuro por el bien del grupo... Jóvenes porteños que dejan sus comodidades para ir a vivir al interior [...]. En la Iglesia surgen comunidades nuevas [...] sin la rigidez de otros tiempos, pero con la misma generosidad de entrega y de servicio... Hay quienes son torturados y aún muertos [...] por valores cristianos como son la justicia, la verdad, el bien de los que no tienen voz para protestar [...]”.

“[...] Parece que va gente a la Redonda [Parroquia de la Inmaculada Concepción de Belgrano] a quejarse de mis sermones, comunista y todo eso, que ‘la negrada’ invade San Patricio, que acá entra cualquiera. En fin, ya irán con cuentos a la Vicaría. [...] Y también está lo de Emilio, siempre lo había protegido de los comentarios, de las críticas por la gente con la que anda, hasta me han acusado de consentirlo, pero tengo que hablar seriamente con él, esos panfletos y revistas de Cristianismo y Revolución no pueden estar en la casa, como si no supiera que en abril tuvimos que retirar de la biblioteca todo lo que tuviera que ver con política”.

En su libro El Honor de Dios, Gabriel Seisdedos afirma que entre los feligreses del barrio de Belgrano no caían bien los sermones del padre Kelly, como así tampoco las personas humildes que asistían a la parroquia de San Patricio. Por eso algunos preferían irse a otras parroquias como la Inmaculada Concepción, donde no se escuchaban “retos” en la misa por explotar al servicio doméstico y tampoco había que “aguantarse a la negrada” que venía a misa proveniente de otros barrios más humildes atraída por el estilo del padre Kelly. Se decía en el barrio que en San Patricio se hacía “apología de la guerrilla” y que los sermones parecían haber sido “escritos por un comunista”. Muchos esperaban a Alfie en el atrio al concluir la misa para quejarse personalmente.
Cierto día de 1976, en los primeros meses de la dictadura, Alfie recibe un llamado telefónico de una mujer, con la que concertó una cita. En ese encuentro, la señora le cuenta que, unas noches atrás, un grupo de hombre que se identificó como del Ejército, había arrasado la casa de su hijo y de su nuera y que, a partir de esa noche nada sabía de ellos. También le dijo que un familiar había visto, días atrás, los muebles de esa casa en un negocio de compra-venta recientemente abierto en Barrancas de Belgrano.
Como habían reconocido a los compradores de esos muebles como vecinos que asistían a la parroquia de San Patricio, la señora pedía angustiada la ayuda del padre Kelly. Alfie comprobó la veracidad del testimonio de la mujer realizando algunos llamados telefónicos. En ese momento le aconsejaron no meterse, porque seguramente “andarían en algo” y, si se los habían llevado era porque “algo habrían hecho”. Alfie preparó entonces, y sin saberlo, un texto que se convertiría quizás en su sentencia de muerte: “El sermón de las cucarachas”:

“Hoy hablaremos de Dios y del César. Hoy más que nunca debemos hablar de dar al César, de someterse al César y también esencialmente hablaremos de Dios. Dad al César, una expresión utilizada frecuentemente en sentido liberal, de total separación entre lo político y lo religioso.
Nos escudamos en la fe para no ver lo que ocurre a nuestro alrededor, pero ya no podemos ser indiferentes. Hoy más que nunca vemos que repetimos la historia: los que preguntan son opositores y también por supuesto, están los ‘herodianos’, los que pactan con Herodes, los acomodados con el régimen de Roma.
En la actualidad vivimos en una sociedad signada por la violencia de ambos signos que creen poseer la verdad, que ante la menor oposición deciden eliminar al oponente. Pero no podemos oponer la violencia contra la violencia.
Hermanos: he sabido que hay gente de esta parroquia que compra muebles provenientes de casas de gente que ha sido arrestada y de la que no se conoce su destino. En todo el país surgen más y más de estos casos. Madres que no saben dónde están sus hijos, hijos que no saben dónde están sus padres, familias forzadas al exilio, señales de muerte por todos lados.
Leemos el Antiguo Testamento donde vemos al pueblo de Israel perseguido, maltratado y exiliado, nos conmovemos ante estos pasajes y no podemos conmovernos, no podemos reconocer en estos días la persecución que sufre nuestro pueblo.
Quiero ser bien claro al respecto: las ovejas de este rebaño que medran con la situación por la que están pasando tantas familias argentinas, dejan de ser para mí ovejas para transformarse en cucarachas”.



Las cobardes cucarachas, finalmente, salieron en la noche del 4 de julio de 1976 para asesinar al Padre Kelly junto a los otros cuatro religiosos de la casa parroquial de San Patricio en Belgrano. Poco antes de morir, el día 1° de julio de 1976, Alfie Kelly escribía un texto premonitorio en su diario, y el padre Pedro Dufau una homilía para la misa del mismo 4 de julio, que nunca alcanzó a leerse. Los textos son los siguientes:

“Acabo de tener una de las experiencias más fuertes en la oración. A la mañana me enteré de la gravedad de la calumnia que circula sobre mí y a lo largo del día me he ido dando cuenta del peligro que corre ni vida. [...] Me dí cuenta en mi llanto, que estoy muy apegado a mi vida, que mi vida y mi muerte, mi entrega, tiene, por designio amoroso de Dios, mucho valor. En resumen: que entrego mi vida, vivo o muerto, al Señor”.

“Si leemos atentamente el Antiguo Testamento, veremos cómo los mensajeros que Dios envió a su pueblo, muy pocas veces fueron escuchados. Otras veces fueron expulsados o muertos. Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa.
Y Jesús experimentó en carne propia la validez de ese refrán, ya que cuando tuvo la feliz idea de ir a Nazaret, donde había transcurrido prácticamente toda su vida, sólo encontró el recelo, la envidia de los suyos, y [...] por poco le quitan la vida. Si Dios permanentemente habla en la historia de los pueblos y de cada hombre, no menos cierto es que todos sabemos encontrar la forma de no escucharlo.
Si el hombre no tuviera nada que cambiar, no harían falta los profetas. Pero, desde el momento en que el profeta denuncia el pecado del hombre y de los pueblos, su tarea se torna difícil y antipática. Y un recurso siempre utilizado para no tener ni siquiera que escucharlos, es el de sacarlos del medio, encarcelándolos, matándolos.
A todos, a menudo, la palabra de Dios nos resulta un poco antipática y contracorriente, porque es una palabra dura, recta, intransigente. No cede ante el rico, no afloja ante el poderoso, no se atemoriza ante las dificultades”.

El 6 de julio de 1976 los cuerpos de los tres sacerdotes asesinados arribaron a la ciudad de Mercedes para recibir sepultura en la parcela que la comunidad palotina posee en el cementerio local. El hecho fue registrado por el diario El Oeste de la siguiente manera:

“Ayer [...] llegaron a nuestra ciudad, en [...] ambulancias y precedidos por una carroza con ofrendas florales, los ataúdes que encierran los cuerpos de las tres sacerdotes palotinos asesinados en la parroquia de Belgrano en la madrugada del domingo. Gran cantidad de fieles católicos esperaban la llegada de los restos en el atrio de la iglesia San Patricio [...] en calle 14 entre 19 y 21, observándose [...] la presencia de alumnos del Colegio San Patricio y de otros establecimientos educativos de la ciudad.
Al arribo de los vehículos ya estaba casi totalmente colmada la capacidad del templo, como asimismo las veredas de la cuadra del templo. Monseñor Tomé, obispo de esta diócesis, rezó unas oraciones mientras los féretros eran retirados de los automóviles y trasladados al interior de la iglesia, colocados [...] frente al altar [...].
No se sabe si los atacantes pudieron esconderse el día anterior en el interior de [...] la parroquia – casa de la comunidad contigua al templo –, o si [...] habrán sido atendidos por alguno de los sacerdotes al llamar a la puerta. Lo cierto es que, según lo que ha podido establecerse por las pericias, aproximadamente entre las 3 y las 4 de la madrugada los tres sacerdotes y dos seminaristas que descansaban en sus dormitorios fueron obligados a reunirse en una sala de la casa, donde habrían sido ametrallados de la cintura para arriba. Algunas versiones dicen que los cadáveres acusan signos de haber sido golpeados. Nadie oyó los disparos [...].
A la mañana, cuando debía darse la primera misa, un joven que se ocupa de tocar el órgano, ante la demora de los sacerdotes en abrir el templo, trepó a una terraza y, luego de romper un vidrio, entró a la casa y se encontró con el terrible espectáculo. Los cinco religiosos yacían en el suelo asesinados con perversidad, con tan numerosos como innecesarios tiros y golpes. [...]
Lo más admirable [...] fue el movimiento de fe y solidaridad que se vio ayer en Belgrano y en Mercedes por parte de quienes fueron familiares y amigos de los sacerdotes muertos y lo que dijo la madre del R. P. Alfredo Kelly. Ante la noticia de la muerte de su hijo, dijo la admirable anciana: ‘Bendita sea la voluntad de Dios. Prefiero ser la madre de los que se fueron y no la madre de los asesinos.’ [...]”

En la sección “Temas del día” de El Oeste publicado el 9 de julio de 1976, la siguiente nota:

“Cada palada fue una lección

Cuando la violencia, aunque no se haya registrado en [...] nuestro pueblo, se siente de lleno en las calles de la ciudad, en el cementerio [...] en el seno de las familias, en el cuerpo de hombres que conocimos, apreciamos o admiramos, esta lacerante realidad  [...] se sufre con mayor intensidad. Y en esta intensidad, el espíritu se prepara [...] para entender con más cercanía [...] el momento que nos toca vivir.
Nuestro país está envuelto con el signo de la violencia. Cada día, al abrir el diario [...] nos enteramos de secuestros, asesinatos, explosiones y ataques. Este sistemático amanecer, leyendo noticias [...] del país, con nombres [...] extraños, nos van produciendo una especie de acostumbramiento. [...] Pensamos que países que hace años nos dolían por sus asesinatos intestinos – Guatemala [...] Irlanda [...] – han sido superados por nuestra realidad [...].
Somos, no todos pero somos, sectarios. Pensamos en blanco o negro. [...] Lo que algunos [...] sentimos como la verdad, nos hace creer que los que no están de acuerdo son traidores [...].
Todos tenemos la culpa. Hemos oído decir a gente de profundas convicciones religiosas que al ‘Che Guevara había que matarlo como a una alimaña’. Hemos escuchado a esa misma persona lamentar la muerte del padre Mujica. Hemos escuchado a quienes celebraron o justificaron el asesinato del general Aramburu. Un periodista o un dirigente obrero estaban bien muertos, según los opinantes y [...] sus [...] posiciones.
Cuando uno siente la muerte en sus calles, en [...] su cementerio; cuando se siente [...] parte de un drama nacional, solamente cabe una palabra: ¡Basta! [...] Queremos ser una Patria. Para ser una Patria tenemos que ser hermanos aunque discrepemos. Aún por encima del gobierno, o de los que nos gobiernan.
Esta es una apelación sencilla y local. Proclamada desde un diario de pueblo [...] profundamente conmovidos cuando a tres sacerdotes ligados a nuestro pueblo los enterraron sus hermanos y parientes.
‘Prefiero ser la madre de un sacerdote muerto, en vez de ser la madre de uno de los homicidas’, ha dicho una admirable anciana mercedina al saber que uno de sus hijos había sido asesinado alevosamente. Y antes de esta reflexión dijo [...] ‘Bendita sea la voluntad de Dios.’
[...] En el sepelio, fieles que sacan las palas a los sepultureros y entierran a sus muertos [...]. Ni una amenaza, ni una queja. Solamente lágrimas. Cuando los descendientes de irlandeses – gauchos rubios, materos pecosos – enterraban pala en mano a sus muertos, nos pareció que nos estaban enseñando a sepultar, a enterrar todos los motivos [...] de odio. Cada palada nos estaba dando una lección”.


P. Leadden

P. Duffau

P. Kelly

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